Nuestra naturaleza pecaminosa trae por resultado que nos equivoquemos muchas veces en el uso de nuestras palabras (Stgo 3:2). No puedo esperar que de forma natural surjan las palabras adecuadas, porque vienen del corazón (Mt 12:34). Las palabras correctas han de venir de un corazón regenerado por Dios y su Palabra (1Co 2:14,16). Requiere trabajo, por lo tanto, contra nuestra carne (v. 4); así como el orfebre debe trabajar para producir un fruto que no se da en la naturaleza, pero que sin duda, serán muy apreciadas por quien las reciba. Requiere sabiduría y la gracia de Dios, toda su ayuda (Sal 19:14) y nótese que esto está conectado a su Palabra (Sal 19).
La manzana es de oro; esto es, la idea es correcta, valiosa, importante. Pero tiene figuras de plata, esto es, hay una forma de presentarla, para que llegue a quien la recibe y luego pueda apreciarla en su valor. Así es la palabra, como oro; dicha como conviene, como con figuras de plata. Quizá por ello el candelero que iluminaba el tabernáculo o el templo traía estas figuras de manzana (Exd 37:17-27).
La manzana es de oro; esto es, la idea es correcta, valiosa, importante. Pero tiene figuras de plata, esto es, hay una forma de presentarla, para que llegue a quien la recibe y luego pueda apreciarla en su valor. Así es la palabra, como oro; dicha como conviene, como con figuras de plata. Quizá por ello el candelero que iluminaba el tabernáculo o el templo traía estas figuras de manzana (Exd 37:17-27).