Nada más privado que el corazón. Muchas cosas se pueden aparentar pero el corazón sabe bien la realidad (1 Cor 2:11). La persona sabe bien qué tan profunda es su amargura y nadie experimentará mejor su propia alegría; quizá otros apenas puedan comprender la amargura de alguien (1 Sam 1:10,12,13; 2 Rey 4:27; Lc 22:62) y no puedan saber del gozo inefable (Job 34:29; Lc 19:6; Jn 16:22), pero Dios puede entendernos cabalmente (Jer 17:10), por ello podemos y debemos orar con confianza (Sal 139:1; 31:7; 37:4; Mt 6:8) seremos así guiados, corregidos, consolados (1 Jn 3:20).
Entender esto nos guarda de ir demasiado lejos en suponer las intenciones del corazón, pues, por su Espíritu, tenemos el discernimiento para captar lo necesario (1 Cor 2:15; Jn 7:24) para ser de ayuda al prójimo (Gal 6:1).
Entender esto nos guarda de ir demasiado lejos en suponer las intenciones del corazón, pues, por su Espíritu, tenemos el discernimiento para captar lo necesario (1 Cor 2:15; Jn 7:24) para ser de ayuda al prójimo (Gal 6:1).